lunes, 16 de diciembre de 2013

Volando con los cachorros

10 horas metido en un avión con los cachorros, os aseguro que no son moco de pavo.
Que aunque la emoción, en los casos en los que vamos a España, te hace llevarlo mejor, hay veces en las que entiendes por qué no se pueden abrir las ventanas del avión: saltabas fijo. Es una prueba de amor fraternal.

El día del viaje, los nervios ya no nos afectan casi, la experiencia ayuda. Pero los preámbulos son un petardo; las esperas, los imprevistos, preparar el equipaje de mano llenito de porsiacasos, pedir un taxi y ¡al aeropuerto!
Por suerte aún no me he enfrentado a este menester sola y el Currante siempre ha estado a mi vera.

Lo primero es deshacernos de las maletas, y suplicar que nos den un buen sitio. El ideal es una fila de 4 para ir juntos, y si puede ser la primera mejor que mejor. Lo normal es que no nos pongan problemas. Casi siempre entienden tu situación y tratan de echarte un cable.

Luego llega el escáner, dónde ya sabes que sospechan desde la escayola de un niño de cuatro años, hasta de los pañales de una niña de dos. 
Currito se desespera por ver los aviones y flipa con los uniformes de los maderos.

La espera hasta el embarque generalmente la pasas cenando y corriendo detrás de ellos, mientras estás pendiente de que no te manguen el equipaje de mano o que no te metan los malos algo chungo dentro de él. Todo normal.

Por fin estamos dentro. Como solemos viajar de noche, en cuanto estamos volando: chupete al canto para Currita y posición horizontal para los dos. Suelen caer rendidos rápido y aguantan así al menos 5 ó 6 horas seguiditas, salvo que te toque un plasta que ronque, o como la última vez, un tío pico pala intentado ligarse a la jovenzuela de al lado. Patético. Que daban ganas de decirle:
- A ver tío, ¿no te das cuenta que estás siendo muy muy pesado? ¡Qué así no liga ni Brad Pitt, coño!
Y luego están los que creen que a los niños se les debe llevar amordazados para que no se muevan, no hablen ni griten. Señor, si yo aguanto sus ronquidos y a veces sus pedos durante mil horas, usted tendrá que aguantarse si mi hijo le da patadas en el asiento; y si no, gane más pasta y vuele usted en primera. ¡Me pone mala! Y que quede claro que una se pasa el vuelo pendiente de que los cachorros sólo den las patadas justas y necesarias, ni una más.

Cuando no vuelas de noche las complicaciones se elevan al infinito. Nunca sabes con qué te pueden sorprender los cachorros… Tal vez Currita se tire la comida encima o decida limpiar a lengüetazos la ventana, cual cachorrillo; o tal vez se escape corriendo en busca de aventuras; o quizá sea Currito quien, mientras la señora de atrás trata de dormir, él se empeñe en hacerse su amigo. También puede ser que a Currita no le guste el baño y decida usar su asiento como alternativa. Uno nunca sabe…


Cuando por fin llegas a tu destino, la sensación y tu aspecto son como si te hubiesen centrifugado y después hubieses corrido una maratón. Puedo parecer exagerada pero os aseguro que queda bastante próximo a la realidad. 

7 comentarios:

  1. Me lo imagino y se me pone la piel de pollo!!!! que odisea!!!! si en un viaje así tan largo no me aguanto ni yo, no quiero ni pensar con niños.

    Yo no hago más que imaginar el día que vayamos a por mi tesoro oriental...me dan escalofrios!!!

    Pues nada, paciencia y a llevarlo lo mejor posible. Besos

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    1. Cuando vayas estarás tan tan tan emocionada que ni te enterarás. Seguro.
      Gracias por tus ánimos!
      Beso

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  2. Ya casi estas aquí bombón!

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  3. Son muchas horas de vuelo... pero hay que volver a casa asique merece la pena.

    Ya estáis aqui?, disfrutarlo!!!

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  4. Hola, Soy Patri, autora del Blog la Sonrisa de Lu, he elegido tu blog para los Liebster Award, un premio para bloggers novatos como yo, jajaja. Aquí te dejo el enlace:
    http://lasonrisadelu.blogspot.com.es/2013/12/un-premio-yujuuu.html
    Espero que lo aceptes y sigas la cadena. Besitos y Feliz Navidad!!!

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