lunes, 31 de marzo de 2014

¡Qué mal se come en Miami!

PUAGGGG. Así tengo que empezar a escribir. Podré parecer exagerada pero en Miami no se come bien. Las cosas como son. Y los españoles que anden por aquí saben bien de lo que hablo. Intentarlo, lo intentamos, pero siempre son sucedáneos de la verdadera comida española.

Me gusta comer. Lo que sea, porque gracias a Dior y creo que también a la genética, me gusta todo. Me encanta salir a tomar cañas, o mejor, botellines de Mahou. Y tomar jamoncito o unas patatas aliñás, o aceitunitas, lo que sea. Si estás en España seguro que está rico.

Aquí no hay de eso. Algún sitio puedes encontrar pero no es lo habitual y te dejas una pasta. Y no se te vaya a ocurrir tirar el palillo al suelo. Que siiiii, que es una cerdada, pero es tan español…
Aquí hay montones de restaurantes de los buenos buenos. De los de a 100 el cubierto y súper cocinero de moda a bordo. Y que quieres que te diga, aunque se come de miedo cada vez me dan mas pereza. 
También hay montones de restaurantes de los malos malos. Con perdón, pero manda narices que en cada esquina haya algún lugar en el que te venden comida basura o chatarra como dicen por aquí muchos. ¿De verdad no saben por qué hay tanta obesidad?
También hay una corriente muy fuerte de comida sana, súper sana, súper biológica y súper mala que te cagas, en algunos casos. Pongo un ejemplo: he visto a más de uno llegar con su ropa deportiva ideal de la muerte, su súper cuerpo serrano y pedir que le hagan un batido con: espinacas, remolacha, pimiento verde, apio, mucho apio y algo tipo acelgas. Me lo bate por favor que va estar que te mueres. Crudo, sin un chirrín de sal y mucho menos de aceitito. ¡Venga hombre! ¡Qué se lo beba tu tía la del pueblo! Estos no se han enterado aún de cómo se hace un buen gazpachito.

Echo de menos el bareto de siempre, el del hueso de aceituna y el palillo en el suelo. Y que el camarero te diga al entrar:
- ¿Qué va a ser bonita? ¿Lo de siempre?
Se me saltan las lágrimas




jueves, 27 de marzo de 2014

Pelos

Ayer hablé con mi madre por teléfono:
- Hola mamá. ¿Cómo estás?
- ¿Cómo está tu pelo? – me pregunta.
- ¿Mi pelo? – pregunto extrañada.
- Si hija, tu pelo.
¿Se le ha ido la pinza?
- Hombre pues está bien… Con alguna cana que se empeña en salir. Tiesa además - la japuta… eso no se lo digo pero lo pienso - ¿Qué pasa con mi pelo mamá? ¿Por qué me preguntas por él? ¿Estás bien?
- ¡Hija mía eres tonta de capirote! ¡Qué si va creciendo!
- ¡Ah coño! digo ¡Ah claro! – entonces me acuerdo de que la última vez que me vio me lo acababa de cortar muy muy cortito - Sí mamá, va creciendo. Medio raro. Ya sabes como es esto de cortarte el pelo cortito y luego volverlo a dejar largo. Tengo miedo al momento “sota de bastos” pero ya buscaré arreglo.

Y es que nos pasamos la vida peleando con el pelo. Cuando sale, porque no quieres que salga, y cuando deja de salir, porque no quieres que se vaya… Mi abuela decía que cuando te haces mayor se cae el pelo de algunas partes pero te sale por otras. Tal cual.

Porque que ilusión hace cuando los cachorros ya tienen su pelito en condiciones, no una pelusa indefinida. Y luego creces y creces, y creces un poquito más, y venga a salirte pelos por todas partes. Pelos por aquí... pelos por allá Y sinceramente hay muchos de ellos que preferirías no tener, pero te aguantas, y justo en ese momento empiezas una gran batalla contra ellos que durará toda la vida o hasta que tu cuerpo diga:
- Ya. No quiero veros más por aquí. Largo.
Lo malo es que cuando esto ocurre, ya eres tan mayor que te importa tres pitos tener un pelo en la punta de la nariz que saluda a tus invitados antes que tú o un par de ellos en las cejas como si fueran antenas.

Que paz tendríamos todos si nos dejáramos las melenas libres. Qué manía de ir contra natura. Se acabaron las depilaciones, los tintes, el láser, las cuchillas, ¡las pinzas!… ¿Antiestético? Sí, pero seguro que nos acostumbramos. ¿Quién nos iba a decir hace 20 años que los tíos se iban a unir a esta batalla de dar finiquito al pelo? ¿O qué seríamos capaces de cambiar el grosor de las cejas de 1 mm a 1 cm y de 1 cm a 1 mm?

Todo son modas, también lo decía mi abuela. Todo es acostumbrarse.




lunes, 24 de marzo de 2014

Jugando a los médicos

Ayer por la tarde mientras Currito y el Currante se tragaban el Real Madrid - Barcelona, Currita y yo nos montamos un hospital con cafetería .
En sólo dos horas tuve anginas, un brazo roto, una herida de 44 puntos en una pierna y ganas de gomitar.
Lo cierto es que nos lo tomamos tan en serio, que al final Currito mandó a paseo a su equipo y vino a salvar a su mamá que, tras pisar una cáscara de plátano se pego el leñazo de su vida y había que hacerle una intervención urgente. Vamos que, con rotulador en mano me pintó una cicatriz desde el tobillo a la rodilla. Y tan feliz.
- A ver ahora como te quitas eso mami, que ese retu verde es de los que no se borran -  me dijo Currito.
- ¡Puez zi ze quita! Con agua y jabón - le replicó Currita.

Después del partido y de tanta enfermedad, el Currante se bajó a los cachorros a la piscina. Me pude quedar un ratito en paz, leyendo sobre Suárez y sobre las marchas del día anterior en Madrid.
Cuando me cansé de tanta historia y tanta frustración, decidí bajar a darme un baño. Cogí las llaves, las gafas de sol, y en un periquete estaba en el ascensor de palique con algún vecino que también bajaba a la piscina.
Reconozco que no noté ninguna mirada extraña ni ningún comportamiento que me hiciera dar cuenta del ridículo que estaba haciendo. Sólo cuando llegue a la piscina y escuché a Currito:
- ¡¡¡Mamiiiii te has dejado la cofia de enfermera!!!
Mierda… Miré hacia el suelo y por supuesto mis pantalones cortos dejaban al descubierto mi súper cicatriz de tobillo a rodilla hecha con retu verde… Así que, como quien no quiere la cosa me quite el sombrerito de enfermera y me tiré al agua. Disimuladamente froté mi pierna para dar finiquito a la cicatriz verde pero, fue peor el remedio que la enfermedad. Si. Cuando salí del agua mi pierda y mi mano parecían las de Shrek, verde que te quiero verde...

jueves, 20 de marzo de 2014

Resaca

Tengo resaca. Me pesa el cuerpo, me duele la cabeza como si me hubiese pasado un tractor por encima. Tengo nauseas y sueño. Mucho sueño.
Me siento en el sofá y sujeto mi cabeza con las dos manos suplicando que el ibuprofeno haga su faena. Y a ratos, me miro a mi misma de reojo y me digo:
- Si es que…
- Si es que, qué.
- Menuda cogorza, guapa.
- No estoy de acuerdo. Tampoco fue para tanto. Lo que pasa es que no tengo costumbre. Además, de siempre se ha dicho que cuando bebes mucho en la playa no te emborrachas, y ahora vivo en la playa.
- No, si encima de borracha vas a ser idiota.
Me siento idiota.
Y me entra cargo de conciencia porque no he ido a clase. No puedo. Y me arrepiento en lo más profundo de mi ser de haber bebido. Y maldigo a la cerveza y a sus encantos. Y me juro a mi misma que jamás, jamás en mi vida volveré a pasar de tres. Ese va a ser mi tope y sólo en ocasiones.

Entonces de nuevo siento que me estoy mirando de reojo:
- Pero ¿cómo qué tres? Y te parecerán pocas…
- No…
- Deberías jurar que nunca más probarás el alcohol. No que no vas a tomar más de tres cervezas. Menudo morro tienes tía y vaya mierda de arrepentimiento el tuyo.
- Soy realista – me reafirmo.
- Y borracha – me vuelvo a refirmar.
- Ya…
 Ay Dior, que mal me siento y que pesada soy… A ver si me callo un ratito y me duermo…






martes, 18 de marzo de 2014

La más mayor de mi clase

En Miami se habla español y algunos un poquito de inglés. Así es. No entiendo a la gente que elige esta ciudad para aprender ese idioma. Jamás he necesitado hablar inglés con nadie. Si lo hablas es porque te da la gana.
El caso es que ya que estaba aquí, me apunté a la escuela oficial para rematar mi aprendizaje. 40 dólares por un curso de 3 meses, era perfecto. Lo que no me dijeron, después de pasar un test de 3 horas, es que iba a compartir la clase con jovenzuelos de no más de 30 años. ¡Y yo con estos pelos!
Pues sí, quitando a otras dos personas, soy la mayor de mi clase. Y somos unos 20.
Así que todas las mañanas, cojo mi bici y mi  mochila y me voy al cole un par de horitas.
La cosa es que, inglés no sé si terminaré de aprender, pero estoy flipando con las nuevas generaciones.
Por ejemplo, un día cualquiera (léase bajito):
- Oyeee, oyeee. ¿Qué hay que hacer aquí? – oigo que me pregunta el de al lado. Un jovenzuelo con el pelo pincho, de esos que se matan en el gimnasio y que lleva dos brillantes gigantes en las orejas.
- Completar las frases – le digo.
- ¿Qué frases? – dice sin levantar la cabeza.
Mientras me hago la sorda, miro de reojo y veo que tiene el móvil entre las piernas con el Facebook abierto. ¡Y un huevo! Me digo a mi misma. ¡O cierra el Facebook o que le sople Rita la cantaora! O si no, que se vaya a la playa.
Entonces, con mi capacidad de abstracción, me piro a la luna y pienso….
¡Qué pasada si hubiese tenido un móvil cuando iba al cole! Si me hubiese podido conectar a Facebook o tener un whatsapp para mensajear con cualquiera… Nunca fui buena estudiante. Nunca. Era mala mala malísima. Vamos que no pegaba ni chapa. Hubiese sido mi perdición. Definitivamente.

Y la otra es que han tenido que dar un toque al personal para que su indumentaria sea mas recatada. No sé si os podéis hacer una idea, pero sólo os digo que estoy en Miami y aquí es normal que la gente vaya en bragas o en tanga por la calle.

Y es que os juro que hay días en los que me resultaba imposible mirar a la gente a la cara. A ver niña con ese par de tetas que te has puesto (porque no te las ha regalado la madre naturaleza), ¿cómo quieres que te mire a la cara, si vienes a clase en biquini y con un mini-mini-pantaloncito? No le quito ojo a esa pechonalidad no sea que explote y haya que salir por patas. ¿Qué necesidad hay de ir en bolas al cole? Con razón están todos revolucionados. Y yo cada día mas mayor. Mierda.



jueves, 13 de marzo de 2014

Sí y no

Quiero decir no pero es sí. Quiero irme y me quiero quedar. Quiero saltar por la ventana pero que esté cerrada, así el piñazo me hace quedarme donde estoy. Quiero gritar como si me mataran y escuchar el silencio. Comer hasta reventar y sentir el estómago vacío. Decir mi verdad, mintiendo, claro.
¿Pirada? No. Hay días en los que esto es así. ¿O no? No sabes si te quieres comer el mundo o que el mundo te coma a ti.
Sí. No hay quien me aguante. A veces.
A veces piso fuerte andando de puntillas, y nadie se entera. Hablo pero quiero callar. ¡Coño! Que ya lo sé. No hay quien me aguante. A veces quiero ser invisible y pisar una alfombra roja.

Bueno ya vale. Esto tiene una explicación. Para mí tiene una explicación. Quiero pensar y no pienso. Eso es todo. Entonces desvarías y te piras a la luna o te acuerdas de que se ha terminado la leche. Y cuando casi lo tienes de nuevo, pasan 6 pelícanos por la ventana y entonces te sorprende, como siempre, lo grandes que son.
- Espero que no les guste nada de lo que hay en la terraza. Y, ¿cuándo hay que vacunar a Currita? - te dices.
Pero vuelves. Y aunque te parezca mentira (me pongo colorada, cuando me miras). Cantas un ratito (soy de mucho cantar) y te sientes gilipollas. Y te vuelves a pirar a la luna. Y respiras, una, dos, tres, cuatro veces. Consigues contar hasta quince. La siguiente te acuerdas de que hoy Currito tenía fútbol y no ha llevado la camiseta del equipo. Vueeeeelo a llevársela.

Ciao, no sé cuando volveré.

viernes, 7 de marzo de 2014

Mi vecino Al Capone

La mansión de Al Capone, donde murió a los 48 años, está justo enfrente de mi casa. Sólo nos separa el mar. 
Piden casi 9 millones de dólares por ella, por si a alguien le interesa. Es una ganga. Dicen que murió de un derrame cerebral en la bañera. Que pasó los últimos años de su vida muy enfermo a causa de una sífilis que contrajo de una prostituta.
Pegada a esta casa hay una parcela en la que han empezado a construir hace un par de meses.

Resulta, que están arreglando no se qué en la piscina de mi casa y una de las personas que está trabajando en el nosequé, también trabaja por las mañanas en la parcela de al lado de la casa de nuestro amigo Al. Justo en este punto empieza mi historia:
Marcelo se las ha ingeniado para trabajar allí, porque según le han contado, la casa de Cara Cortada esconde un tesoro. El gánster siempre utilizó las antigüedades como tapadera de sus sucios negocios. Cuentan que su asistente fue capaz de robarle una pieza valiosísima, y dejarla enterrada en el jardín, justo al lado del embarcadero. El chorizo en cuestión nunca pudo terminar la faena porque su jefe era muy astuto, y aunque se quedó con las ganas de saber que había hecho su empleado con el tesoro, las alivio pegándole un tiro en la nuca. Es lo que tienen los mafiosos cuando se enfadan. Lo increíble es que nadie lo haya encontrado aún, según Marcelo. 
Su plan es controlar el movimiento de la casa, dejar escondidas una pala y alguna herramienta, para por las noches, acercarse con el barco de su amigo Tomás el pescador, y empezar a excavar.
No pude evitar advertirle de la seguridad que tiene la isla: 24 horas, por cielo, mar y tierra. Pero no le importa. Cree, que como la casa está deshabitada y no está iluminada, nadie podrá verle. De noche todos los gatos son pardos.
- Ojalá venga a verme el espíritu de Capone y me ayude, decía riendo Marcelo.
- Ojalá tengas suerte, lo encuentres rápido y te largues de ahí cuanto antes, le contesté.


Marcelo lleva una semana sin aparecer por casa. Sus compañeros tampoco saben nada de él. Por las noches, desde la terraza y con prismáticos, miro por si viese algún barquito en el embarcadero de Capone o algún movimiento en el jardín. 
Aunque con tanta oscuridad es difícil, Marcelo tenía razón, ayer me pareció ver una silueta moverse por el embarcadero. Por un momento imaginé que era Marcelo.

Continuará...





martes, 4 de marzo de 2014

Sábado

6.50 de la mañana, escucho como Currito se levanta, hace pis y no tira de la cadena. Se pone a ver la tele. Es sábado. 
El Currante lleva fuera 7 días. 
Ojalá hoy pudiera dormir algo más, pero soy tan tonta que cuando no está a mi vera duermo como el culo. Después de tanto tiempo así ¿es posible que aún no me haya acostumbrado?
7.10, oigo a Currita haciendo pis encima del de su hermano. Tampoco tira de la cadena.
- Hola Currito, dice
- Hola Currita, le contesta su hermano con voz de hipnotizado.
- Voy a ver a mamá, dice Currita.
- Deja que duerma que hoy no hay cole.
Me lo como.
- Pero yo quiero ir..., insiste.

- Ven Currita, le digo desde mi cuarto.
Y de repente dos enanos se me tiran encima, me aplastan y me comen a besos. Sábado.

Me levanto, tiro de la cadena de su baño y preparo los desayunos. Como es sábado les dejo desayunar en el salón viendo dibujos y así yo me quedo en la cocina leyendo el periódico.
Café, tostada, zumo y El País. Sábado.
Cuando más estoy disfrutando de mi paz y cargando pilas para el resto del día…
- ¡Mamiii! He hecho caca. ¿Me limpias?, dice Currita desde el baño.
Gustosa hubiese dicho que no. Respiro hondo.
- ¡Voy Currita!
Vuelvo a mi paz, con mi desayuno y mi periódico ¿Paz? Ucrania, Venezuela… ¿Y Siria? ¿Qué fue de Siria? Un ruido me hace volver a mi realidad.
- ¿Qué pasa?, pregunto sin moverme de mi refugio.
- Que Currita ha tirado el colacao al suelo, me confirma Currito.
- ¿Al suelo o a la alfombra?…
- A la alfombra.
Mierda.
Salgo escopetada a por un rollo de papel de cocina. Mientras lo limpio miro de reojo el reloj. Sólo son las 8.

Vuelvo a la cocina a buscar mi café. No insisto con mi lectura y salgo a la terraza a mirar el mar. De fondo escucho a los cachorros pelearse.
Hoy va a ser un gran día. Hoy va a ser un gran día. Hoy va a ser un gran día. Me digo a mi misma como un mantra.
Iremos a comer una pizza y luego a la piscina con los amigos de los cachorros. Por la noche después de cenar, veremos una peli con palomitas y luego nos iremos a dormir. Cuando despierte, el Currante ya estará a mi lado. Llega a las 5 a.m. Todo habrá sido un sueño.