lunes, 28 de abril de 2014

Mamá ya no duerme sola nunca más.

Ayer por la tarde se fue el Currante de viaje hasta el viernes. Llevaba varias semanas sin viajar y reconozco que se me habían olvidado las rutinas de cuando estoy sola…
Los cachorros están súper acostumbrados a los viajes de su papá. Currito ya sabe que el hombrecito de la casa es él y se tiene que ocupar de las chicas, le encanta sentirse mayor. Y Currita, que creo que es la que peor lo pasa, sabe que aunque hay momentos en los que se muere de ganas de verle, papá siempre vuelve. Y vuelve con regalos.

Así que nos tocó cenar solos y jugar un rato al parchís antes de dormir; palizón de Currito, por cierto.
Llegó la hora de irse a la cama y como ayer no hubo siesta se quedaron fritos en cuanto sus cabecitas tocaron la almohada. Rápido pude ponerme a leer y ver un poco la tele.

Cuando por fin me iba acostar, fui a arroparles y a darles un beso y entonces fue cuando Currito con los ojos cerrados, me dijo:
- ¿Quieres uno? –  y me enseñó a sus inseparables pato y foca con los que comparte sueños desde que nació. 
Tengo que decir que no ha habido un solo día de su vida en el que hayan dormido separados, y ya van seis. Los hemos llevado siempre con nosotros. Incluso cuando volamos, vienen en nuestro equipaje de mano, no sea que nos pierdan las maletas y la liemos. Son sus amigos de toda la vida.
Vuelvo a mi copla.
La verdad es que no sabía si estaba despierto o hablaba en sueños, le contesté bajito:
- No, gracias Currito, sigue durmiendo.
Entonces abrió los ojos, se incorporó y dijo:
- Mami, que papá no está… Así no tienes que dormir solita.

Así es. Me estaba ofreciendo a uno de sus colegas para que no me sintiera sola. ¿Se puede ser mas rico? Me lo hubiese comido.
Ay…, casi me muero de amor. Suena súper cursi, lo sé, pero no se me ocurre mejor manera de explicar como me sentí.





jueves, 24 de abril de 2014

Una ciudad con poco que contar

Si leyeran esto los señores Ponce de León, los Hermanos Pinzones, Juan Díaz de Solís y Américo Vespuccio igual se mosqueaban, pero es la verdad: esta ciudad tiene poco que contar… 

Fue en 1513 cuando los españoles plantaron sus traseros en estas tierras, y un poco más tarde cuando, temiendo que los piratas franceses se las arrebataran, fundaron la ciudad de San Agustín de la Florida, considerada, después de San Juan de Puerto Rico la ciudad más antigua de los Estados Unidos.

Cuando llegaron a Miami, en busca de la fuente de la eterna juventud (que por cierto aquí hay gente que todavía la busca), se encontraron un montón de tribus de indígenas. Los más representativos fueron los Tequesta y los Mayaimi. Y después de batallar con ellos durante un tiempo, se cansaron y se largaron.
Así que aquí siguieron los indios con sus cosas de indios tan agusto, hasta que años más tarde una señora viuda con mucha pasta llamada Julia Tuttle se le ocurrió la genial idea de construir un hotel de lujo en la desembocadura del río Miami. Gracias a ello, logró que un par de empresarios, también forrados, llevaran la línea de ferrocarril hasta su hotelito. Así se fundo esta ciudad. Esto último ocurrió en 1891, o sea, antes de ayer.

Y poco más que contar. Construcción y más construcción, un poquito de Art Déco por ahí suelto y algún huracán que lo manda todo a paseo. Revolución Cubana y luego Haitiana. En los 80, la llamada The Cocaine War, que aunque parece el título de una peli de mafiosos, también forma parte de la historia de esta ciudad. 

¿Demasiado resumido? Seguro. Pero es que sólo son 501 años. Igualito que Madrid. ¡Ja!



miércoles, 23 de abril de 2014

Mis locos bajitos (2ª entrega)

- ¡¡Bien!! ¡¡Hay coca cola sin cafeína!! Yo quiero, yo quiero – dice Currito tan contento.
- Jo mami, yo no quero coca cola yo quero zólo la cafeína… - responde su hermana.

- Una limuzina ez un coche con cocina. A vecez zi y a vecez no.

- ¡Felicidades Currita! Hoy es tú santo.
- No mami, yo no zoy zanta.

- Mi amigo Juan se rasca los ojos así como si se arañara con las uñas – me cuenta Currito.
- Pues se hará mucho daño – respondo.
- Debe ser porque es francés – me aclara.

- Si la novia del caballo es la yegua y el hijito el potro ¿Cómo se llaman los primos?

Un día leyendo un cuento con Currito.
- Vamos Currito no te distraigas, continúa por favor – le digo.
- No ze dice continúa mami, ze dice: ¡dale Currito dale! – me contesta Currita.

Se acerca Currita con cara de pena, cabizbaja y me dice:
- Eztoy malita mami.
- ¿Qué te pasa Currita? – le digo mientras toco su frente para comprobar que no tiene fiebre y que tal y como esperaba es una gran actriz.
- Me duele la nariz…

- Mami, a que si no puedes respirar por la boca porque estás comiendo, lo haces por el ombligo ¿verdad? – pregunta Currito.

Estoy arreglándome en el baño para salir y los cachorros revolotean por la casa. Currita viene a verme, me mira mientras me maquillo y pregunta:
- ¿Ya haz vuelto mami?

- A mi no me gustaría nada se chino, debe ser muy incómodo tener siempre los ojos así,  casi cerrados – dice Currito mientras estira sus ojitos tratando de imitar los de los chinos.

Después de un día de playa y mucho sol, Currita pregunta:
- Mami, ¿yo de que color zoy?
- Blanco.
- Puez yo creo que no, ezto no es blanco – dice mientras señala su brazo morenito.

Rifando unos caramelos:
- Dime un número del 1 al 5, Currito.
- El tres.
- Ahora tú Currita, dime un número del 1 al 5.
- El zeiz.




domingo, 20 de abril de 2014

Antigüedades de mentira y comida orgánica

El Currante y los cachorros se han pirado a no se qué parque de agua con unos amigos y yo me he quedado sola. Sólo tengo que ir a un recado en Lincoln Road y el resto del día puedo hacer lo que me plazca.

He cogido mi bici y me he ido hacia esa calle de Miami Beach, que ya puestos, os cuento que junto con Collins es la calle más comercial de esta zona. Peatonal, petada de tiendas y de restaurantes con terraza. Que no sé como sobreviven los pobres camareros cada vez que cruzan del restaurante a una mesa, cargados con una bandeja hasta arriba y esquivan una bici, un tío con cuatro perros o un pirao en un monociclo. Como ya he dicho, coches no pasan pero medios de transporte raros de pelotas ¡miles!

Al entrar en la calle no me ha quedado otra que bajarme de la bici y llevarla andando. Había demasiada gente y aunque generalmente me hago la guay y voy tocando el timbre como una loca, hoy me ha parecido peligroso. Finalmente he descubierto la causa de tanto gentío: una feria de antigüedades. Interesante. 
He candado la bici, he hecho mi recadito, y me he puesto a cotillear las mierdas que, con todos mis respetos, venden estos señores. O al menos las que me he parado a ver yo, que puede ser que los muebles de época y la almoneda los lleven otro día. Era como un Todo a 100 gigante y bastante caro por cierto. Aunque esto último es característica general de Miami: todo es caro carísimo. Lo mejor la fruta y las orquídeas. Y el resto, el que iba de “esto perteneció a mis antepasados en Cuba” no se lo creía ni él, y el de las alhajas, yo diría que las que se pone Currita con su traje de princesa son de más calidad… En fin, supongo que esperaba otra cosa…

Así que he vuelto a desatar mi bici y he seguido paseando rumbo a casa. Ha hecho una mañana increíble y no hacía calor ni humedad. He parado en Whole Foods a comprar sushi para comer, con la intención de tomármelo en la terracita que tienen en la calle. Después de sentirme un bicho raro entre tanta gente rara, he decidido pirarme a mi morada. Y digo raro porque son raros. Y también digo que me encanta la gente rara, que conste. 
Debo explicar que esta tienda es como un herbolario gigante, todo orgánico. Puedes encontrar desde una crema para la cara a una lata de atún, pasando por comida para perros o comida preparada para llevar. El sitio mola, pero la gente que compra allí es rara; o son muy muy flacos o huelen como a porro o a incienso. Tienen una paz diferente, caminan por los pasillos del súper (porque no deja de serlo) como si levitaran. Supongo que será de tanta comida biológica, o de tanto yoga, o de tanto buscar el amor y la paz interior. Estos lo han encontrado fijo. Se les ve de lejos.
He pagado un dineral, por una bandejita de sushi y unas galletas para los cachorros (pero pago lo que sea con tal de que se me pegue algo de estos señores raros).
Y dicho esto, me he venido a mi hogar y corriendo me he puesto a contároslo. Voy a mirarme un rato a los ojos en el espejo a ver si me noto una mirada más profunda o me veo el aura. Mucho amor para todos.


















martes, 15 de abril de 2014

6 horas de diferencia

Cuando me levanto, vosotros ya estáis en el aperitivo. Os imagino en una terraza al sol, ahora que por fin allí hace bueno, con una cañita y unas patatas fritas de las de toda la vida. Yo mientras me tomo unos cereales, un zumo y un café. Comienzo un nuevo día.
Mientras me ducho, empezáis vuestra jornada de tarde. Este rato más o menos hacemos lo mismo, yo arranco la mañana y vosotros la tarde. Estamos todos ocupados.
Y cuando llega el turno de la tarde en Miami, en España es buena hora para irse a dormir y entonces, se acabaron los pitidos en mi whatsapp. Salvo los que trasnochan, los que salen por la noche y se acuerda de que aquí aún nos queda toda la tarde y toda la noche por delante.

Cuando vemos la puesta de sol sobre las 7.30, y los cachorros me preguntan que adónde va el sol cuando se esconde, siempre les digo que se va a despertar a los españoles. Allá va, todo bonito y rojo a daros los buenos días. En unas horas estará despertando a Madrid y yo me estaré metiendo en la cama. Puedo imaginar sus rayos comiéndose las sombras entrando por la Castellana, iluminando el cielo casi azul. Ese azul que sólo existe en Madrid.

Y al día siguiente todo volverá a ser igual. Miraré el teléfono para apagar el despertador y veré que mi whatsapp ha resucitado. Los españoles ya lleváis 6 horas en pie, 6 horas por delante. Es como si siempre llegáramos tarde a la fiesta.

viernes, 11 de abril de 2014

Miami Vice

Ya he recibido varios correos de gente que también da carpetazo a sus vidas en España y se viene para acá. La gente me cuenta sus planes y todos y cada uno de ellos coinciden en una cosa: Miami les da miedo. Vamos que están cagados por el alto índice de criminalidad que tiene esta ciudad. Que por un lado lo entiendo, a mi jamás se me ocurrió mirar esos datos, igual si lo hubiese hecho ahora no estaría aquí…

El tema es que en los dos años que llevo viviendo en Miami, nunca nunca nunca he sentido miedo (quitando los bichos). Nunca he presenciado una persecución de coches, ni he visto a nadie con pipa. Tampoco he visto a nadie con cara de malo como para que me hiciera sospechar que iba a cometer alguna maldad. No he visto ningún ajuste de cuentas, ningún secuestro ni ningún tiroteo y tampoco me lo ha contado nadie.
Lo más heavy que me han contado es el robo de una bicicleta. Y sin duda el chorizo más descarado es el que está mangando cocos de las palmeras en la playa y los vende por 5$ a los turistas. ¡Ese si que es un mangante!


Seguro que existen barrios como los de las pelis, donde los malos residen con sus parejas de malos y sus cachorros malos. Van al cole de los malos, al súper de los malos y al parque de los malos. Pero lo que os aseguro es que por aquí somos todos buenos, algunos más que otros, sí. Pero como mucho mangamos unas galletas en el súper o nos saltamos un semáforo.

Así que, si puedo contribuir a la paz mental de los que estáis a puntito de echar el ancla por aquí, tranquis de verdad, que lo de Don Johnson era todo mentira. ¡Ojalá fuesen así los polis de Miami!

martes, 8 de abril de 2014

El médico-charcutero y el bolsillo del pantalón

Subo en el ascensor. 24 plantas, os recuerdo. De pronto se para en la 6º. No hay nadie. Cuando se empiezan a cerrar las puertas alguien mete la mano y se vuelven a abrir de nuevo. Aparece mi vecino el médico-charcutero, vestido de médico-charcutero.
- Hola – me dice
- Hola – le respondo mientras pienso, ojalá tuviese una margarita para desojarla preguntando: médico o charcutero, médico o charcutero…

Se fija que nuestra planta ya está marcada y me sonríe.
¡¡Me sonríe!!


Mira la puerta de salida dándome un poco la espalda, lo justo para que una servidora que está aburrida (sólo por eso), baje la mirada hacia el trasero y compruebe lo bien que le sienta el uniforme a la criatura. También observo por si tuviese alguna mancha de grasa o de sangre, algún rastro, pero esta limpito como la patena. 
Entonces el rubito en cuestión se mete las manos en los bolsillos de delante y saca las llaves del pantalón. Con el gesto la camiseta se sube por detrás y deja ver un bolsillo del pantalón en el que se puede leer: University of Miami Hospital.

Si después de tener el detalle de leer esta mamarrachada no te has enterado de nada, te recomiendo esta otra para aclarar tus dudas. Agradecida.