martes, 31 de marzo de 2015

Reflexiones de Currita

Acostumbrados a tanta calma y a tanta rutina, estos días están siendo muy movidos por aquí. A parte de tener a Paquita con nosotros y de esperar la visita de unos amigos de España, se avecina el cumpleaños de Currito, y con ello el estado de nervios se multiplica por infinito. Este sábado lo celebra con sus amigos y por aquí no se habla de otra cosa.
Así que supongo que, inspirada por los acontecimientos, y porque ella es muy de pensar las cosas, hoy Currita ha hecho un súper descubrimiento. Mientras cenábamos, se ha sentido inspirada y ha soltado por esa boquita una reflexión de las de quedarte muerta:

-Mami, todoz nacemoz el día de nueztro cumpleañoz. Por ejemplo: yo.


Y ante tal derroche de lucidez, y tratando de disimular la risa, una se la quiere comer con patatas. Porque no solamente ha descubierto ella solita uno de los grandes secretos de la vida, también ha sido capaz de poner un ejemplo. Y no cualquier ejemplo, ha sido una valiente y se ha utilizado a ella misma –pudiendo haber utilizado a cualquier hijo de vecino- Lástima que no os pueda enseñar su carita mientras descubría la pólvora, mezcla de “no estoy muy segura de lo que voy a decir pero lo voy a soltar igual” con “a ver como hago para que me hagan un poco de caso, que no puedo soportar ni un día más el cumpleaños de mi hermano”.
Y así, con esas 11 palabras, sin necesidad de más, Currita y sus 4 años consiguen acaparar la atención y que por un ratito olvidemos las visitas y las fiestas de cumpleaños. 











martes, 24 de marzo de 2015

En el mismo instante

Estoy nerviosa. En unas horas llega Paquita a Miami y estoy nerviosa. No nos vemos desde Navidad y aunque hablamos a diario, tengo tantas ganas de verla que no puedo evitar sentirme así. De hecho, no he pegado ojo en toda la noche. Imaginaba el momento en el que la viese salir por la puerta de “Llegadas”, con su enorme maleta y su carita de cansada.  Las risas y en las charlas que nos esperan, las ganas de verla que tenemos todos.

Y pensaba que, en el mismo instante en el que ella se subía en el avión, yo estaba tratando de dormir; pero ya había mucha gente dormida y otros tantos ya se habían despertado para ir a trabajar.
Pensaba por ejemplo que Valle, en su preciosa Altea, seguramente estuviese desayunando y leyendo algún periódico. Que More seguro que estaba frita, que a ella se le da muy bien planchar la oreja.


He imaginado a Uvita con su café y sus medicinas, y a Cocó con su agenda y sus millones de papeles y de listas. A Nanino paseando a Kike y a Su, y a Blanch mirando los árboles de su ventana. He pensado en la cantidad de niños que nacían en ese mismo instante, la cantidad de besos que se estaban dando y la cantidad de lágrimas rodando por mejillas. Millones de promesas lanzadas al viento, de planes y de sueños compartidos. Todo en el mismo instante.
He imaginado a algún poeta buscando la rima perfecta, escribiendo y reescribiendo una y otra vez. A muchos comenzando el día con resignación, asumiendo que iba a ser otro día igual que el anterior. Pero hoy no será igual que ayer, porque hoy llega Paquita a Miami. Y de repente, sientes lo grande que es el mundo y lo pequeño que eres tú. 
Y en este mismo instante en el que tú me estás leyendo yo me siento afortunada.
Bienvenida Paquita








martes, 17 de marzo de 2015

Cien

El agua hierve a 100 grados Celsius, es el número de años en un siglo, más vale pájaro en mano que ciento volando, te lo he dicho cienes y cienes de veces (¡Borja!)… Y esto que lees, es la entrada número cien de Mamá Curra. Y ya sé que es un tópico decirlo pero lo voy a hacer: parece que fue ayer… Y también parece que escribir cien entradas, durante algo más de un año es una memez. Y tal vez un poco si lo sea, pero otro poco no lo es. Es decir, que pienses lo que te plazca.
Sin duda ha habido días en los que las musas pasaban de mi (mazo), pero también ha habido otros en los que tenía tanto que contar que me faltaban dedos para escribir. Aún no soy capaz de saber de que depende. ¿De dónde sale la inspiración? Si es que sale de algún lado, o simplemente está siempre contigo y sólo tienes que ser capaz de escuchar, ni idea… A veces he creído que dependía de la luna, del chocolate que había comido el día anterior, del nivel de mar, de los días que me faltaban para ir a España, o de mi estado de ánimo... Una nunca sabe…

Cien besos no son tantos. A veces juego con mis cachorros a darles cien besos y se los doy en un periquete. Pero tener cien hijos es una barbaridad. Y llegar a los cien años, empieza a no sorprendernos. Y cien sorpresas, igual te cansas y dejan de ser sorpresas. Y pasar cien días cansado, es enfermedad. Y cien días enfermo, una putada. Y cien putadas, eso es alguien que te quiere mal. Y cien personas que te quieren mal, habrá que buscar cien que te quieran bien para compensar. Y si tienes cien personas que te quieren bien, eso es que tienes mucha suerte y deberías comprar lotería con más frecuencia. Y cuando te toque, acordarte de mi y celebrar juntos las cien entradas de Mamá Curra. ¿Trato hecho?


“Durante el día, derrumbándose de sueño, gozaba en secreto con los recuerdos de la noche anterior. Pero cuando ella (Pilar Ternera) entraba en la casa, alegre, indiferente, dicharachera, él (José Arcadio) no tenía que disimular su tensión, porque aquella mujer cuya risa explosiva espantaba a las palomas, no tenía nada que ver con el poder invisible que lo enseñaba a respirar hacia dentro y a controlar los golpes del corazón, y le había permitido entender por qué los hombres le tienen miedo a la muerte”.



Cien años de soledad
Gabriel García Márquez.




martes, 10 de marzo de 2015

Acento español

Cuando se despertó tenía el 90 mensajes en el teléfono. Ni los miró. Se fue directo a la ducha, se afeitó y se vistió. A duras penas logró abrir la cafetera, a veces se atascaba. Hizo café y metió una rebanada de pan en la tostadora. Mientras esperaba cogió el teléfono y se puso a leer el Marca. Saltó la tostada, untó mantequilla y mermelada que había hecho el día anterior con las fresas que se iban a poner malas. Dejó el teléfono y se sirvió un café. Como siempre tiró la mitad en la encimera y rápidamente lo limpió.
Salió al jardín, se subió a su bici y puso rumbo a su nuevo trabajo. Había un sol espléndido. De repente, un perro se cruzó en su camino y le hizo caer al suelo. No le dio tiempo a levantarse antes de que pasara el coche. El coche frenó, pero ya era tarde. Pasó por encima de su pierna y de su bici.
El camino hasta el hospital se hizo eterno, sobre todo por el miedo. La pierna tenía muy mala pinta, y aunque le hicieron una cura rápidamente en la ambulancia, iba muy asustado. No se dio cuenta de que su teléfono se quedó tirado junto a la bici en el suelo. Así que no pudo llamar a nadie, no se sabía ningún teléfono porque solo llevaba en Miami 15 días.
Pasaron 4 horas y le cosieron 25 puntos. 
Llegó a casa y se sentó como pudo en el sofá. Puso la tele. Tenía hambre, pero prefirió aguantarse las ganas de comer a levantarse de nuevo. Se quedó dormido.
Pasó toda la noche en le sofá. Cuando despertó eran las 10 del mañana. No había teléfono que mirar, ni mensajes que ignorar. Se moría de dolor y no tenía los calmantes que le recetaron. Tenía que pedir ayuda.



Salí de casa a comprar leche, cuando de repente oí desde la terraza de una primera planta:
- ¡Perdona! ¡Oye!
Me hice la sueca. A mi no me conoce casi nadie aquí. Así que hice como que no iba conmigo, hasta que volví a oír:
- ¡Tú! ¡La de verde! ¿Podrías ayudarme, por favor?
La de la camiseta verde era yo -¿se me habrá caído algo? pensé- y reconozco que su acento español me intrigó, así que me giré y miré para arriba. Ahí estaba Javier, apoyado en la barandilla de su terraza, con una pierna vendada y con más cara de miedo que de vergüenza.
-¿Me llamas a mi?- pregunté.
-Si, perdona pero necesito ayuda- me contestó
Y así fue como conocí a Javier, porque esa mañana salí a comprar leche y porque no hay nada como escuchar acento español para fiarte hasta del más cara dura. Y en vez de leche fui a comprar calmantes.










martes, 3 de marzo de 2015

Yo también nací en el 73

Y como tú, rondo los 42, algunos tenemos hijos, grandes amigos, una casa, un casi trabajo, alguien con quien compartir la vida, un corazón podrido de latir (con permiso de Sabina) y un cuerpo empeñado en mostrar su edad.

Hemos mirado al futuro con cierto recelo, tal vez asustados por la supuesta experiencia de los que nos precedieron; y hemos mirado al pasado a veces con alivio, muchas otras con nostalgia. El miedo al futuro tampoco era para tanto, porque lo que tenga que ser será y a veces por mucho que nos empeñemos ese algo jamás sucederá –esto último lo acabo aprender-. 
Somos más de presentes -de aquí  y de ahora- que de futuros inciertos, aunque reconozco que lo miramos de reojo, por si acaso. Quién sabe como amanecerá mañana…
Así que, nos dejamos llevar por los vaivenes o por los meneos que la vida nos regale. A veces nos recuperamos rápido y otras, aún nos duele la pedrada que nos dieron con 8 años.


Somos mujeres defensoras de mujeres, y no por tener hijos -aunque cada vez me siento más poderosa por ser madre- si no porque siempre tenemos algo más que dar. Porque todas las que nos rodean son claros ejemplos de generosidad. Y cuando digo todas, digo todas. Mira a tu alrededor y verás.

Sólo teníamos dos canales de televisión y nos mandaban a la cama si al empezar una peli aparecían dos rombos… No tuvimos ordenadores, ni tablet, ni consolas, pero nos encantaba saltar a la comba, las tabas, las muñecas, los Juegos Reunidos, el rescate, o pasábamos las tardes subidos a un árbol comiendo pipas. Salíamos a la calle con bocadillo en mano, sin miedo a que nos secuestraran o nos atropellaran, y si te caías, la mercromina lo solucionaba todo.
Íbamos de vacaciones 18 en el mismo coche sin cinturones de seguridad ni DVD. Y ninguno tuvimos traumas por ello.

No era para tanto como nos contaron en los colegios de monjas y curas (lo del infierno y el pecado era mentira), ni como nos contaron los de la movida. Aunque de estos últimos aprendimos bastante.
Ese afán por querer ser mayor…

Estoy llorando en mi habitación, todo se nubla a mi alrededor, ella se fue con un niño pijo… 
¡Ay ese niño pijo…!