miércoles, 24 de junio de 2015

Carpetazo a mi vida en Miami ¡arrancamos en Madrid!

8 días con gripe, con flu como dicen aquí. Hay quien cree que el estrés por la vuelta a España es el responsable, aunque yo no puedo evitar sospechar de Currita y de su colección de virus. La cuestión es que me quedan 6 días en Miami y estoy en bajísima forma. No sé si estaré a la altura de todo lo que me queda por hacer: desayunos, comidas, cenas, compras, copas, playa, y todo esto aderezado con maletas, cajas y despedidas, muchas despedidas… Y con un poco de -¿se adaptarán rápido los cachorros? Y de -¿y si pierden el inglés? Mezclado con -¿echaré de menos el calorazo? Y muy de vez en cuando un -¿me arrepentiré?
Porque después de todo lo que os he contado, es justo deciros que la única que se quiere ir de Miami es una servidora. O sea, que si fuese por el Currante nos quedaríamos aquí unos añitos más. Menudo listo… Y lo cierto es que para llevar esa carga sobre mis lomos hay que tener huevos, porque, ¿y si me equivoco? Y si llego a Madrid y después de unos meses me digo: 
- Ay… Que yo dónde quiero estar es en Miami… Con sus calor asfixiante, su comida de mierda, sus huracanes y sus lluvias torrenciales, sus americanos tan carditos… 
- Mira que me extrañaría... me digo rápidamente. 
Así que, normal que pille flus y todos los virus que pasean sus palmitos por South Beach.

El otro día hablaba de mis últimas veces aquí, hoy sé que esta será la última vez que escriba en este blog desde Miami, y aunque no quiero que suene a despedida (porque no lo es), tengo que reconocer una chispita de pena o de “jo que raro es todo a veces…. “
Y recuerdo la frase que elegí para la cabecera del blog, hace ya un porrón de tiempo:

Carpetazo a mi vida en Madrid ¡arrancamos en Miami!

Y hoy, decidido darle la vuelta:

Carpetazo a mi vida en Miami ¡arrancamos en Madrid!

Porque así es, doy carpetazo a una etapa de mi vida para recibir a otra con los brazos abiertos, y eso si, está vez con jamoncito. Prometido. Bye bye Miami.



Y ahora, aunque puede que haya alguno que se mosquee, me permito el lujazo de nombrar  a unos poquitos incondicionales de este blog. Porque quiero hacerles un pequeño homenaje, porque quiero agradecer su cariño y sobre todo, porque me da la gana. Ahí van:
. Carolina G. Miranda.
. Quijano.
. Nuria Martí.
. Ana y Diana.
. Silvia Domínguez.
. José Miguel.
. Mamá.
. Romina, Mariela y Judith.
. Isa, Manu, Inés y Chus. 
. Cocó, Nando y Blanca.
. Dulce.
. Ramón S.

Gracias a todos de corazón, nos vemos en Madrid.











jueves, 11 de junio de 2015

Cuando los dioses quieren castigarnos atienden nuestras plegarias

“Cuando los dioses quieren castigarnos atienden nuestras plegarias”. Esta frase de Óscar Wilde llena de sabiduría y con ese punto de “joder que interesante soy”, puedes escuchar como se la suelta Meryl Streep a un tremendísimo – que – me – muero – de – lo – guapo – que – es – y – del – papelón – que - interpreta, Robert Redford en Memorias de África.



Yo pedí. No sé muy bien a quien, pero estoy segura de que lo hice, y los dioses me castigaron, según Óscar Wilde. Ahora llevo unos meses pidiendo de nuevo y parece que de nuevo me hacen caso. ¿Será un castigo?

Se supone que es al revés, los dioses te hacen caso cuando te portas bien. Te hacen caso para premiarte, para que sigas por el camino de la generosidad y de la bondad. ¿O será que si te dan lo que tanto ansías, en realidad te están quitando la mejor parte? Si, me refiero a la ilusión, a la lucha de todos los días por conseguirlo, a desearlo e imaginarlo. Me refiero al camino hasta que llegas a la meta (si es que llegas). Será que por narices necesitamos algo metidito entre ceja y ceja para estar distraídos, para dejar de mirar las baldosas del camino y centrarnos en un final que siempre será incierto y lejano.  

Entonces a la súper famosa “Pide y se te dará”, le falta una parte. Digamos que no leímos la letra pequeña: “Pide y se te dará por saco”. Algo así podría ser. ¿Qué os parece?


Digo todo esto porque desde que era una jovenzuela con más cargas sobre mi espalda de las normales, siempre quise vivir fuera de mi país. Soñaba con la experiencia de conocer otra cultura desde dentro, pero tuve que esperar a que esa carga tan preciosa que llevaba sobre mi espalda se hiciera mayor. Y esperé, esperé mucho. Tanto que casi olvidé mi sueño. Y de repente ¡zas! ¡Miami! Puedo decir que los dioses atendieron mis plegarias, no sé si para castigarme o para premiarme. Lo que si sé, es que desde hace ya varios meses, otros deseos rondan mis pensamientos, algunos los he contado por aquí, otros ni a la almohada… Y tal vez se cumplan de nuevo, o tal vez cuando sea viejita hable de ellos con la misma ilusión con la que hoy los sueño, aunque nunca se cumplan, aunque siempre sean sueños.






viernes, 5 de junio de 2015

Las últimas veces

Mañana acaba el cole Currito y de repente, me he dado cuenta de que va a ser la última vez que hago madrugar a los cachorros en Miami. La última vez que me peleo con ellos para que desayunen, y la última vez que les hago correr porque no queremos llegar tarde. 
Y me quedo pensando en la cantidad de últimas veces que voy a vivir estos días, e incluso las que he vivido ya, casi sin darme cuenta.

Ya no voy a sumar más seis horas a la hora que marque mi reloj para saber si es buen momento en España para llamarte. Ya no voy a apurar  las seis de la tarde, porque sé que en España son las 12 de la noche y te quieres ir a dormir. En unos días será mi última vez.

Será la última vez que vea la puesta de sol desde una planta 24.

Será la última vez que haga la compra en Publix y me parezca el supermercado más caro del mundo. La última vez que me consuele con un prosciutto de mierda o que pague más de 30 dólares por un vino regularcillo. La última vez que pueda comprar patatas fritas y sushi en la farmacia.

Pocas veces más estaré con un grupo de amigos en el que la única española sea yo.

Será la última vez que viva en un eterno verano o que corra el riesgo de vivir un huracán, un tifón o una tormenta tropical. También será la última vez que no me asuste al ver un pelícano sobrevolar la piscina de casa, una iguana subida en el mismo árbol que trepa Currito o un manatí nadando a pocos metros. Y la última vez que me suba a mi bici para llegar a la playa.

Dejaré de pagar en dólares, medir en millas, en libras, en galones, en Fahrenheit … Dejaré de poder el mes antes que el día, y el lunes volverá a ser el primer día de la semana. Dejaré de decir las 6 de la noche (siempre fueron de la tarde).

Habrá una última cena y una última noche. He incluso será la última vez que vea a algunas personas de las que he conocido, porque aunque vuelva de visita, tal vez muchos ya se habrán ido a sus países…

Y también será la última vez que eche de menos España para empezar a echarla de más.
En tan solo unos días Miami dejará de ser mi casa para convertirse en mi sitio favorito de vacaciones.





martes, 26 de mayo de 2015

Gracias Miami

Tres años aquí han dado para mucho, y aunque generalmente me he explayado contando lo poco que me gusta esta sociedad, lo mal que se come, lo fríos que son los americanos… Ahora que veo la meta, ahora que ya es una realidad mi vuelta a mi España querida, quiero contaros algunas de la cosas por las que me siento profundamente agradecida con esta ciudad tan pintoresca.

Lo primero es que me ha permitido cumplir un sueño de los que se tienen desde pequeña: siempre quise vivir fuera de mi país unos años y por fin lo puedo tachar en mi lista de “Tareas pendientes para los próximos 50 años”.

Es una suerte haber vivido en una ciudad con tantos contrastes.

Nunca en mi vida me he sentido tan libre como aquí. Quizá porque en España tengo muuuucha familia a la que al final siempre acabo rindiendo cuentas, pero aquí he hecho y he deshecho a mi antojo.


Miami saca a la hortera que llevo dentro, y eso al final también te hace más libre. (Di, esto me lo enseñaste tú). De repente llevo la ropa mucho más corta, me pongo tacones con cosas que en España jamás lo hubiese hecho y mezclo colores imposibles. O todo lo contario: camiseta, pantalón corto, chanclas y coleta. Así paso el día me mire quien me mire (aunque lo bueno es que aquí no te mira nadie).

Soy capaz de disfrutar de pequeñas cosas que antes pasaban de largo sin apenas verlas.

Mis cachorros vuelven hablando otro idioma, y con la certeza de que los españoles no somos el ombligo del mundo. Ahora saben que hay niños de un montón culturas y de países diferentes de los que han aprendido día a día. Eso si que ha sido una suerte de verdad. Estando como está el mundo…

Algo ha cambiado dentro de mi: ahora soy más tolerante, más paciente y menos egoísta. Estoy a punto de rozar la perfección… He aprendido a estar sola y eso te obliga a conocerte mejor. Me he enfrentado yo solita a mi lado insoportable y a mi lado maravilloso.

Veo el mar todos los días (eso también lo tengo que tachar de mi lista: “ Vivir en un sitio con mar”).

He conocido a gente increíble, y me he acercado a gente que aunque conocía desde hace muchos muchos años de repente están conmigo, en la distacia, a diario. Y esto si que es un regalo para toda la vida. Me llevo amigos nuevos que sé que estarán a mi lado siempre.

He viajado más que los últimos 10 años.

Ahora valoro más todo lo que dejé en España, esa cañita con patatas…

Y por supuesto he conocido a Curra, mi gran amiga Curra… ¿Qué hubiese sido de mi sin ella…?







miércoles, 20 de mayo de 2015

Así, sin más

Miami Beach, 8 de la tarde. Tres amigas llegan a un restaurante, morena, rubia y castaña. Se han puesto guapas, se han puesto más guapas. Se sientan en una mesa en la terraza, rodeadas de plantas y de gente guapa, no tanto como ellas, pero hacen un buen decorado. Las tres piden una cerveza y encienden un Camel Crush. A la cuarta calada o tal vez a la quinta aprietan el filtro para que el sabor del cigarro se convierta en mentolado. Charlan animadamente y se ponen al día mientras calman la sed con la cerveza y terminan sus cigarros.

El camarero trae las cartas y aunque ninguna la mira se animan con un vino blanco de California que les ofrecen. En seguida traen la botella junto a tres copas bien frías. Saben que mañana morirán de resaca pero en ese momento nada les importa. Solo importa estar juntas, solo importa escucharse y sentirse afortunadas.
Confesiones, complicidad, cuentan sus mayores pecados y saben que no van a ser juzgadas. Planean juergas, viajes, libros, restaurantes, tardes de compras o una copa en cualquier terraza de la playa. Ríen, lloran, se emocionan y se agarran a ese momento como si no se fuese a repetir más. Porque las tres sienten que el olor a mar se confunde con el de la despedida.

Encienden otro cigarro, parece que se sigan el ritmo fumando. Hablan, fuman y beben. Y de repente el mundo se para y solo quedan ellas. El decorado de plantas y gente guapa las contempla inmóvil. La playa, las palmeras, todo Miami Beach las contempla a través del humo del tabaco. Las envidia por haberse encontrado, por haberse conocido, por haber tenido tanta suerte. Y en medio de toda la frivolidad que desprende una ciudad como Miami Beach, rompen el molde declarándose amor incondicional. Así, sin más. 

Y aunque la vida las separe, siempre se volverán a encontrar. Tal vez en Miami, tal vez en Madrid o en cualquier parte del mundo, porque el decorado es lo de menos, porque cada una lleva dentro un trocito de la otra, y eso será así para siempre. 

Mierda de despedidas...







martes, 12 de mayo de 2015

Mamá Curra was here

¿Dónde acaba el principio y dónde empieza el final? Tal vez estoy en el principio del final o tal vez esté en el final del principio.
La cuestión es que si miro hacia atrás me veo en el final y si miro para delante me veo en el principio. Y te preguntarás ¿qué más da? Y yo te daré la razón. Toda la razón, enterita para ti. Que al fin y al cabo de que me sirve tener razón si me voy a sentir igual,  si no sé si afrontar las cosas con pena o con alegría. Pues una de cal y otra de arena, me digo. Los lunes, miércoles y viernes me siento mal, y el resto bien. Podría servir. Si total, volver a cambiar de país es algo a lo que una se enfrenta todos los días. Así, sin más. ¡Hala! Recoge tus cosas que nos vamos. No te dejes nada, apaga todas las luces y cierra bien la puerta, no vaya a ser que queramos volver y nos encontremos la casa hecha unos zorros. Y no te olvides de hacer una marca en la pared, como un tatuaje, para que por mucho que pinten siempre se pueda leer: mamá Curra estuvo aquí y mamá Curra was here –para que lo entiendan todos- O mejor: mamá Curra nació aquí. Como los presos en la cárcel. Que no es que me haya sentido como en una cárcel, es más una cuestión de dejar testimonio de mi vena macarra. O también puedo escribir directamente el nombre del blog, así de repente tienen acceso a mi vida. Pues a mi me hubiese encantado encontrarme algo así. Lo voy a hacer. Decidido. Quién sabe si algún  día alguien me escribe desde aquí y me cuenta que se siente sola, que aunque siempre tiene a sus cachorros a su lado hay un punto de soledad que no logra superar… O tal vez me manden una factura por los arreglos que han necesitado para borrar una marca en la pared (que aquí son muy dados a mandarte facturas por cosas que ni sabías que habías hecho).


Pero yo sigo a lo mío. ¿Me enfrento a una nueva etapa o es la misma…?  Y me distraigo buscando un libro para leer. Este ya lo he leído, lo cierro, me siento encima y miro la pared buscando dónde puedo dejar mi marca. ¿Y eso con qué se hace? ¿Con un destornillador, no?