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viernes, 5 de junio de 2015

Las últimas veces

Mañana acaba el cole Currito y de repente, me he dado cuenta de que va a ser la última vez que hago madrugar a los cachorros en Miami. La última vez que me peleo con ellos para que desayunen, y la última vez que les hago correr porque no queremos llegar tarde. 
Y me quedo pensando en la cantidad de últimas veces que voy a vivir estos días, e incluso las que he vivido ya, casi sin darme cuenta.

Ya no voy a sumar más seis horas a la hora que marque mi reloj para saber si es buen momento en España para llamarte. Ya no voy a apurar  las seis de la tarde, porque sé que en España son las 12 de la noche y te quieres ir a dormir. En unos días será mi última vez.

Será la última vez que vea la puesta de sol desde una planta 24.

Será la última vez que haga la compra en Publix y me parezca el supermercado más caro del mundo. La última vez que me consuele con un prosciutto de mierda o que pague más de 30 dólares por un vino regularcillo. La última vez que pueda comprar patatas fritas y sushi en la farmacia.

Pocas veces más estaré con un grupo de amigos en el que la única española sea yo.

Será la última vez que viva en un eterno verano o que corra el riesgo de vivir un huracán, un tifón o una tormenta tropical. También será la última vez que no me asuste al ver un pelícano sobrevolar la piscina de casa, una iguana subida en el mismo árbol que trepa Currito o un manatí nadando a pocos metros. Y la última vez que me suba a mi bici para llegar a la playa.

Dejaré de pagar en dólares, medir en millas, en libras, en galones, en Fahrenheit … Dejaré de poder el mes antes que el día, y el lunes volverá a ser el primer día de la semana. Dejaré de decir las 6 de la noche (siempre fueron de la tarde).

Habrá una última cena y una última noche. He incluso será la última vez que vea a algunas personas de las que he conocido, porque aunque vuelva de visita, tal vez muchos ya se habrán ido a sus países…

Y también será la última vez que eche de menos España para empezar a echarla de más.
En tan solo unos días Miami dejará de ser mi casa para convertirse en mi sitio favorito de vacaciones.





martes, 26 de mayo de 2015

Gracias Miami

Tres años aquí han dado para mucho, y aunque generalmente me he explayado contando lo poco que me gusta esta sociedad, lo mal que se come, lo fríos que son los americanos… Ahora que veo la meta, ahora que ya es una realidad mi vuelta a mi España querida, quiero contaros algunas de la cosas por las que me siento profundamente agradecida con esta ciudad tan pintoresca.

Lo primero es que me ha permitido cumplir un sueño de los que se tienen desde pequeña: siempre quise vivir fuera de mi país unos años y por fin lo puedo tachar en mi lista de “Tareas pendientes para los próximos 50 años”.

Es una suerte haber vivido en una ciudad con tantos contrastes.

Nunca en mi vida me he sentido tan libre como aquí. Quizá porque en España tengo muuuucha familia a la que al final siempre acabo rindiendo cuentas, pero aquí he hecho y he deshecho a mi antojo.


Miami saca a la hortera que llevo dentro, y eso al final también te hace más libre. (Di, esto me lo enseñaste tú). De repente llevo la ropa mucho más corta, me pongo tacones con cosas que en España jamás lo hubiese hecho y mezclo colores imposibles. O todo lo contario: camiseta, pantalón corto, chanclas y coleta. Así paso el día me mire quien me mire (aunque lo bueno es que aquí no te mira nadie).

Soy capaz de disfrutar de pequeñas cosas que antes pasaban de largo sin apenas verlas.

Mis cachorros vuelven hablando otro idioma, y con la certeza de que los españoles no somos el ombligo del mundo. Ahora saben que hay niños de un montón culturas y de países diferentes de los que han aprendido día a día. Eso si que ha sido una suerte de verdad. Estando como está el mundo…

Algo ha cambiado dentro de mi: ahora soy más tolerante, más paciente y menos egoísta. Estoy a punto de rozar la perfección… He aprendido a estar sola y eso te obliga a conocerte mejor. Me he enfrentado yo solita a mi lado insoportable y a mi lado maravilloso.

Veo el mar todos los días (eso también lo tengo que tachar de mi lista: “ Vivir en un sitio con mar”).

He conocido a gente increíble, y me he acercado a gente que aunque conocía desde hace muchos muchos años de repente están conmigo, en la distacia, a diario. Y esto si que es un regalo para toda la vida. Me llevo amigos nuevos que sé que estarán a mi lado siempre.

He viajado más que los últimos 10 años.

Ahora valoro más todo lo que dejé en España, esa cañita con patatas…

Y por supuesto he conocido a Curra, mi gran amiga Curra… ¿Qué hubiese sido de mi sin ella…?







martes, 31 de marzo de 2015

Reflexiones de Currita

Acostumbrados a tanta calma y a tanta rutina, estos días están siendo muy movidos por aquí. A parte de tener a Paquita con nosotros y de esperar la visita de unos amigos de España, se avecina el cumpleaños de Currito, y con ello el estado de nervios se multiplica por infinito. Este sábado lo celebra con sus amigos y por aquí no se habla de otra cosa.
Así que supongo que, inspirada por los acontecimientos, y porque ella es muy de pensar las cosas, hoy Currita ha hecho un súper descubrimiento. Mientras cenábamos, se ha sentido inspirada y ha soltado por esa boquita una reflexión de las de quedarte muerta:

-Mami, todoz nacemoz el día de nueztro cumpleañoz. Por ejemplo: yo.


Y ante tal derroche de lucidez, y tratando de disimular la risa, una se la quiere comer con patatas. Porque no solamente ha descubierto ella solita uno de los grandes secretos de la vida, también ha sido capaz de poner un ejemplo. Y no cualquier ejemplo, ha sido una valiente y se ha utilizado a ella misma –pudiendo haber utilizado a cualquier hijo de vecino- Lástima que no os pueda enseñar su carita mientras descubría la pólvora, mezcla de “no estoy muy segura de lo que voy a decir pero lo voy a soltar igual” con “a ver como hago para que me hagan un poco de caso, que no puedo soportar ni un día más el cumpleaños de mi hermano”.
Y así, con esas 11 palabras, sin necesidad de más, Currita y sus 4 años consiguen acaparar la atención y que por un ratito olvidemos las visitas y las fiestas de cumpleaños. 











martes, 17 de marzo de 2015

Cien

El agua hierve a 100 grados Celsius, es el número de años en un siglo, más vale pájaro en mano que ciento volando, te lo he dicho cienes y cienes de veces (¡Borja!)… Y esto que lees, es la entrada número cien de Mamá Curra. Y ya sé que es un tópico decirlo pero lo voy a hacer: parece que fue ayer… Y también parece que escribir cien entradas, durante algo más de un año es una memez. Y tal vez un poco si lo sea, pero otro poco no lo es. Es decir, que pienses lo que te plazca.
Sin duda ha habido días en los que las musas pasaban de mi (mazo), pero también ha habido otros en los que tenía tanto que contar que me faltaban dedos para escribir. Aún no soy capaz de saber de que depende. ¿De dónde sale la inspiración? Si es que sale de algún lado, o simplemente está siempre contigo y sólo tienes que ser capaz de escuchar, ni idea… A veces he creído que dependía de la luna, del chocolate que había comido el día anterior, del nivel de mar, de los días que me faltaban para ir a España, o de mi estado de ánimo... Una nunca sabe…

Cien besos no son tantos. A veces juego con mis cachorros a darles cien besos y se los doy en un periquete. Pero tener cien hijos es una barbaridad. Y llegar a los cien años, empieza a no sorprendernos. Y cien sorpresas, igual te cansas y dejan de ser sorpresas. Y pasar cien días cansado, es enfermedad. Y cien días enfermo, una putada. Y cien putadas, eso es alguien que te quiere mal. Y cien personas que te quieren mal, habrá que buscar cien que te quieran bien para compensar. Y si tienes cien personas que te quieren bien, eso es que tienes mucha suerte y deberías comprar lotería con más frecuencia. Y cuando te toque, acordarte de mi y celebrar juntos las cien entradas de Mamá Curra. ¿Trato hecho?


“Durante el día, derrumbándose de sueño, gozaba en secreto con los recuerdos de la noche anterior. Pero cuando ella (Pilar Ternera) entraba en la casa, alegre, indiferente, dicharachera, él (José Arcadio) no tenía que disimular su tensión, porque aquella mujer cuya risa explosiva espantaba a las palomas, no tenía nada que ver con el poder invisible que lo enseñaba a respirar hacia dentro y a controlar los golpes del corazón, y le había permitido entender por qué los hombres le tienen miedo a la muerte”.



Cien años de soledad
Gabriel García Márquez.




martes, 27 de enero de 2015

Confirmado: soy mayor

Hace unos días fue el cumpleaños de un buen amigo de España, cuando le felicité, le mandé un tirón de orejas –en realidad le mandé 41, puesto que eran los años que cumplía- a lo que él respondió:
- Me quedo con la felicitación, que las orejas a mi edad ya se van dando se si…

¿Las orejas se dan de si? ¡¡¡¡Noooooo!!!!

Aunque me parezco mucho, no soy yo (por las dudas)

Y tras esa pregunta, me asaltaron un montón de ideas más por las que de repente, es un hecho que ya no soy una jovenzuela:
- Ya no me molesta que me llamen señora, incluso me puede llegar a molar.
- Miro el tiempo casi todos los días, y me gusta hablar de ello, a pesar de que aquí casi siempre es igual.
- Puedo dar fe de que la gravedad existe.
- Me preocupa todo lo que como (aunque siga comiendo lo que me dé la gana).
- Si me emborracho, o si tomo algo de alcohol, tengo resaca SIEMPRE. Y me refiero a resacas chungas, de las que duran el día entero o incluso varios días.
- Cada vez entiendo mejor a mi madre.
- Nunca me gustó el dulce y ahora no hago ascos al chocolate.
- No es justo seguir llamando “líneas de expresión” a lo que ya son arrugas como Dior manda.
- Veo a los hombres más guapos (el listón ha bajado considerablemente).
- Alejo un poco las cosas de los ojos para verlas bien.
- Hay modas que no entiendo (llevar los calzones por fuera del pantalón, por ejemplo).
- Puedo mirar horas el mar, y no hacer nada más (o la luna y las estrellas).
- Ya no me levanto de mal humor.
- Me siento rebelde si me pongo unos vaqueros rotos (conste que este punto me cuesta reconocerlo).
- Cada vez soy más nostálgica (no estoy segura que la nostalgia aparezca con la edad, o con el hecho de vivir fuera o con las dos cosas).
- De repente, ha pasado un año más.
- Un venazo espiritual me acompaña desde hace unos años. Veo amor y luz por todas partes.
- Hay pelos que han dejado de salir por algunos sitios para empezar a salir en otros.
- Mi sentido del ridículo casi se ha esfumado. 

Así que, lo asumo; soy una señora con sus arrugas como Dior manda y con poco sentido del ridículo, preocupada por la meteorología y por lo que se lleva la boca. Que a veces pierde la noción del tiempo mirando al mar o tomando copas con sus amigas Valle y More; aunque luego muera de resaca, aunque luego muera de nostalgia.

Pero por Dios ¡dejemos a las orejas tranquilas!








martes, 16 de diciembre de 2014

¿No soy de aquí ni soy de allá?

El jueves, o sea pasado mañana nos vamos a España (¡¡¡yiiiihhaaaaaa!!!), y me doy cuenta de la de veces que he escrito sobre lo mismo en este blog. Cada vez que he ido, he dedicado una entrada.
Contamos los días desde hace semanas: tic tac, tic tac, tic tac… Y eso que esta época es “demasiado” entretenida. Os cuento:
Ayer fue el cumpleaños del Currante y hoy celebra Currita el suyo en el cole. Tenemos visita de unos clientes del Currante en Miami, por lo que ya hemos empezado a comer y a beber más de lo debido. Hay que hacer compras de última hora, que los encargos cada vez son mayores… Mañana fiesta de despedida con el equipo de fútbol de Currito y cena con vecinos. Pasado, volamos. Así que el tic tac, va a toda leche (que mi madre no me deja decir hostia).
Al llegar a España no bajamos el nivel: en cuanto ponga un pie en Madrid, vuelo a conocer a las preciosísimas mellizas que ha tenido mi amiga Mari Puri. Sábado, comida con la familia. Domingo, cena con compañeros del cole. Lunes, concierto. Martes, cena del primo Pikas. Miércoles, cumpleaños de Currita y Noche Buena. Jueves, Navidad. Viernes, palmo fijo...
Y si lo lees rápido, da un estrés que te mueres. Y seguro que cuando esté metida en ese jaleo, seguro, que habrá un momento en el que me acuerde de mi playa en Miami, del buen tiempo, de los paseos, de la vida tranquila… Y seré tan tonta que lo echaré de menos… Y entonces algún imbécil me dirá:
- A eso se le llama “síndrome del emigrante”, consiste en que ya no estás bien en ningún sitio. Ni en tu país de origen ni en el de acogida. Como la canción de Julito “No soy de aquí ni soy de allá”
Y yo responderé cabreada:
- ¡Y un huevo! Yo soy española.


Felices jaleos