Adela era una cubana de 70 años que
había vivido por todo el mundo. Hacía 8 años que decidió echar el ancla
en Miami porque según ella, era lo mas parecido al paraíso que había encontrado.
Hablábamos mucho, siempre tenía alguna historia chula que contar y para colmo
tenía un parecido a mi madre que me ponía tonta de morriña.
Una mañana, mientras controlaba
a los cachorros, Adela se acercó a mí con tremenda cara de susto para decirme
que Isaac estaba llegando a Los Cayos y venía para acá. Que por favor hiciese
caso a todos los consejos que escuchara a través de los medios.
- Pero vamos a ver, le dije.
¿Quién pelotas es Isaac?
Ya me estaba imaginando a un
malo malísimo. No me había enterado de nada.
Mientras hablábamos me fijé que estaban
colocando cierres especiales en todas las cristaleras del edificio. Adela me
explicó lo que pasaba:
- Se prevé que en menos de 48
horas llegue a Florida el huracán Isaac. Tienes que salir cuanto antes a comprar
víveres y alguna linterna, porque es fácil que en unas horas se agoten.
Esta cubana loca, ¿qué me está
contando? ¿Un huracán? ¡Venga hombre!
Me asustó, ¡qué narices!
Isaac llegando a Florida |
Al subir en el ascensor, habían
colocado carteles con las normas de seguridad del edifico: que metieras dentro
todo lo que tuvieras en la terraza, que no usaras el ascensor… Y al llegar a
casa, el Currante estaba viendo un canal de televisión en el que informaban las
24 horas sobre la evolución del huracán. Adela tenía razón, eran muy probables
los cortes de luz, por lo que había que salir cuanto antes a comprar.
Lo cierto es que el ambiente de
las calles contagiaba el nerviosismo. Vimos como sacaban los barcos del agua y
los amarraban en las calles con sistemas especiales para huracanes. La policía
te indicaba dónde se encontraban las paradas de autobus mas cercanas para, en
caso de evacuación, te pudieran llevar a un refugio. MUY JEVI.
Llegamos al súper, y por suerte,
quedaban las últimas garrafas de agua. Compramos latas, leche, frutos secos,
cereales y una linterna. No teníamos ni idea, esa era la verdad. Nunca había
tenido que comprar víveres.
Locas desmelenadas |
Las palmeras parecían locas desmelenadas bailando, y las calles se
empezaban a inundar, diluviaba.
Adela me contó alguna historia de
huracanes en Miami, de cómo habían tenido que dejarlo todo y salir corriendo y
a la vuelta encontraron la ciudad devastada, las casas vacías. Vacías y quemadas. Pero
nunca imaginé que nos podía pasar a nosotros. Y aunque en la tele decían que Isaac no era de los fuertes fuertes, era inevitable sentir inseguridad. Qué quieres
que te diga, ¡nunca me había pillado un huracán!
De nuevo en casa, pusimos la
tele. Pedían que no saliéramos salvo que fuese una emergencia. Vinieron a ayudarnos a poner los cierres en las
ventanas y nos quedamos aislados, lo de no poder mirar por la ventana no molaba
nada. Lo último que vi antes de cerrar fueron las palmeras dobladas y la lluvia
en horizontal.
Teníamos por delante 48 horas
encerrados, sin ver la calle. Me daba pánico pensar que nos podíamos quedar sin
luz, aunque el cableado eléctrico de Miami Beach está enterrado, podía ocurrir,
y en ese caso, ¿qué hacía yo con los cachorros? Mi intención era inflarles a
pelis y si me quedaba sin luz posiblemente lo que iba a quedar devastado iba a ser
mi casa.
Currito quería salir a la calle
a saltar en los charcos con sus botas de agua y su capa de súper héroe para
volar de verdad, decía. Una idea genial. Y Currita sospechaba que algo grande y
feo nos acechaba porque al escuchar el viento decía:
- Mostro gande y feo, ta fadao. Mami, ta mu fadao.
Lo peor llegaría a Miami Beach en
la madrugada. Con suerte nos pillaría dormidos. ¡Ja!. Esa noche parecía que
hubiese un ejército golpeando las contraventanas. No pegamos ojo. De verdad pude sentir la fuerza de la naturaleza llamando a mi
ventana y me acojoné.
Los cachorros se desvelaron. A
ver como les explicas tú que lo que escuchan fuera no es un monstruo que quiere
comerlos.
Tuvimos suerte porque duró
menos de lo previsto y no se fue la luz. Cuando por fin retiraron los cierres
de las ventanas, la imagen era impactante. Justo lo que imagináis.
Bajamos a la calle, queríamos
ver. Aún no te recomendaban salir, el viento te volaba, pero desde el lobby
vimos como todo estaba lleno de ramas, de barro, de agua, era una imagen
triste.
Currito en su afán de querer
ayudar, se ofreció a recoger hojas y ramas y Currita a comérselas, formaban un
gran tandem.
Ay que ver, que casi te vuelas niña!
ResponderEliminarTe sigo, vaya locuras... Me quedo impresionada!!
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