martes, 22 de febrero de 2022

Lo que no consiga esta niña no lo consigue nadie

Verano del 89, mi padre me promete un Vespino si apruebo todo. No apruebo todo, me queda inglés, no hay moto.

Mi padre se va de viaje, y a los dos días llama a casa y dice:

-Que la niña se compre la moto esa.

Buah... Eso era felicidad absoluta, estoy segura. Lo recuerdo perfectamente. Iba a tener moto y era verano, no se podía pedir más.

Vuelvo a la moto esa. Vamos a la tienda mi madre y yo, y me compran un Vespino negro. Lo conduzco hasta casa.

Cuando llego, mi abuela está sentada en el porche haciendo ganchillo. Entro como una loca y me estampo contra un macetero gigante. No nos pasa nada. Mi abuela, la moto y yo, intactas. 

Pero mi abuela lo dice, justo ahí lo dice, mirándome por encima de sus gafas:

-Lo que no consiga esta niña no lo consigue nadie. 

Fin.


Nota: Abuelita, (donde quieras que estés), nunca olvidé esa frase, aquí me tienes recordándola un porrón de años después.

No hay nada como creer para crear. Ahí lo dejo. 







lunes, 14 de febrero de 2022

Ansiedad de tenerte en mis brazos

Ya casi va a hacer tres años que medito a diario. Me siento orgullosa por ello. Meditar me parecía un imposible, una rareza y un tostonazo. 

Cuando murió mi madre algo se agarró a mi pecho que no me dejaba respirar, me oprimía y me producía dolor. Estaba convencida de que tenía algo malísimo, tanto, que me fui de cabeza al neumólogo y después de hacerme placa de pulmón y una espirometría, me dijo que tenía los pulmones para correr maratones. Yo flipaba, os lo juro. Estaba claro que el médico era un incompetente y yo me iba a morir de una enfermedad chunguísima.

A las dos semanas me fui a otro médico con las pruebas del neumólogo, y después de charlar un rato me preguntó si había ocurrido algo en mi vida importante a nivel emocional.

-Bueno... Hace un mes que murió mi madre...

Diagnostico inmediato: ansiedad de libro. 

Tratamiento inmediato: pastillas.

No me creí del todo aquel diagnostico y pasé de las pastis, pero un día mientras cotilleaba en redes, apareció un anuncio de un retiro de silencio y se me encendió una bombilla... 

¡Anímate quedan solo dos plazas!. Allá que fui.

Encerrarme en un convento en Segovia, con gente que no he visto en mi vida para aprender a meditar, y así curar mi ansiedad, no sonaba del todo bien, pero no tenía nada que perder. Solo la experiencia me parecía interesante, porque aunque no lo parezca, una servidora tiene vida interior. Ya hacía tiempo que buscaba, no sé muy bien el qué, pero buscaba. Como los perros esos que buscan trufas, pues igual pero dentro de mí ¿O son cerdos?

La cosa es que me dieron una habitación propia de convento y dividieron los tres días en charlas de una hora, y media hora de práctica de meditación. Así todo el rato: charla, meditación, charla, meditación. A medias te colaban comida propia de convento y un ratico libre de vez en cuando. A parte de no hablar, no te dejaban tener móvil ni leer. Al empezar tenía un miedo que te cagas, los conventos no me gustan y estar sola y callada menos.

Y de repente, ya es domingo y te dejan hablar para despedirte y claro, no sabes qué decir. Dices gracias todo el rato porque te sientes tan bien que solo sabes agradecer. El dolor en el pecho ya no estaba. Ahí si que flipé. En colores y con purpurina. 

Moraleja: medita. 

Todos








viernes, 4 de febrero de 2022

Gracia

Mi amiga Gracia es de las mejores cosas que me han pasado en estos años. Es divertida e inteligente y tiene una vida como para escribir un libro. Y encima es guapa, pelirroja y guapa. Dice que el pelo es herencia de su abuela Clarita. A la abuela Clarita la obligaban a llevar sombrero porque decían que un pelo tan rojo solo podía ser obra del demonio. Por suerte a Gracia no, aunque los conserva todos colgados por las paredes de su casa.

También tiene la sospecha de que su nombre se lo debe a una amante cubana que tuvo su padre: Gracia de España, se hacía llamar. Fue una cantante muy pechugona que hacía lo que le daba la gana, por eso dejaba colgados a señores como el padre de Gracia. De esto se ha enterado hace poco, cuando encontró cartas y fotos de los tortolitos. Os lo contaré con calma, la historia merece la pena.

No trabaja desde hace 6 años porque puede vivir del alquiler de un par de casas que dejaron en herencia sus padres. No tiene pareja ni hijos, aunque ha roto muchos corazones, sin querer, claro.

A veces pasea a los perros de los vecinos (nunca lo he entendido porque recoge cacas a dolor), o se queda hablando toda la mañana con algún abuelo del barrio. 

Los cachorros tiene devoción por ella. Un día se los lleva al monte a ver pájaros y cazar gamusinos y otro los enseña a bailar salsa. Cocina que flipas y lee todo lo que pilla. 

Ha sido ella la que me ha animado de verdad a volver a escribir, y tengo que confesar que lo logró en el momento que me prometió dejarme contar algunas de sus historias.

Y para colmo se apellida Menuda, Gracia Menuda ¿Es o no un personaje?